“Oh mi Jesús oculto en el
sagrario, mi Esposo, mi divino Amor, mi Vida, -qué felicidad siento en cada
tarde- cuando puedo escucharte, hablarte y verte. Oh Jesús, prisionero,
abandonado. Siempre que estoy Señor, cerca de Ti, me parece ya encontrarme en
el Cielo. Cuando oígo la Armonía de tu voz, Esposo y Amado mío, todo mi ser
queda sielncioso y sólo a ti te escucho, y sólo a ti te veo. Qué unión tan
íntima, Cristo mío, cuando siento latir mi corazón al contacto del tuyo. ¡Quién
pudiera pasar horas y horas en este santo lugar. Quién pudiera gastar toda su
vida viviendo junto a ti, mi dulce Amor! Ya nada de este mundo me ilusiona. Tan
sólo tú, Señor, llenas mi vida ¡Fuera de ti, Jesús, que eres mi Tesoro, nada
poseo! A tu lado me siento muy feliz, porque tú eres mi Amor; porque tú eres mi
Vida. ¡Oh Dios, que estas oculto en el Sagrario, y que te dignaste escogerme
para amarte, sufrir y complacerte: sé mi fortaleza, sé mi Vida!"