"Las palabras constituyen la droga más potente que
haya inventado la humanidad." Rudyard Kipling
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Me da verguenza que me lean. Que lean lo que escribo, y eso lo descubrí hoy. A ver, no me averguenza lo que escribo, o los temas de los que "hablo", sino que los lean. Que poca diferencia, ¿no?
Yo sé que tampoco es como si hablara de cosas de las cuales hay que horrorizarse; o sobre algo de mayor importancia para los agenos. Pero me es tan propio escribir.
Muchos escriben para que todos lo vean (yo también lo hacía antes), yo solo escribo porque me gusta, porque no acumulo tantas hojas y porque se que no muchos lo leen. Y si no muchos se interesan en mis palabras, no pierden el valor que tienen (aunque ustedes que lo leen no le quitan ese valor, no habría cómo). Quiero decir que, es algo que no tiene por qué ser visto, ahora que todo parece tener esa necesidad.
Me resulta bonito escribir, ponerle título al blog o cambiarle los colores solo porque así me gusta y no por mirar un contador de visitas.
Me gusta poder mirar lo que pensé en un día anterior, y en lo posible no borrarlo. Si el día de mañana lo veo y ya no pienso así es como un progreso, un cambio que se produjo en mí. Tampoco quiero ser una cajita de recuerdos, la idea no es "llorar" de mi pasado.
Sinceramente mis primeras publicaciones en el blog ahora me provocan risa. Algunas cosas que escribí las veo de lejos para no volver a tener resoluciones tan inválidas e innecesarias (y experiencias que me conduzcan a ellas) y algunas otras me parecen correctas, acertadas...
¡Qué lindas que son las letras! Son unas de aquellas cosas que permanecen.