miércoles, 9 de julio de 2014
CAPÍTULO XXXVIII
"Maridos, si queréis que vuestras esposas sean fieles, que vaya por
delante la lección de vuestro ejemplo. «¿Con qué cara -dice San
Gregorio Nacianceno-, queréis exigir la honestidad en vuestras
mujeres, si vosotros vivís en la deshonestidad? ¿Cómo podéis
reclamarles lo que vosotros no les dais?» ¿Queréis que sean castas?
Portaos castamente con ellas, y, como dice San Pablo, «que cada uno
sepa poseer su vaso en santidad». Pues si, por el contrario, vosotros
sois los primeros en enseñarles las infidelidades, no es maravilla que
vosotros padezcáis la deshonra que acarrea su pérdida. Mas vosotras,
esposas, cuyo honor va inseparablemente unido a la decencia y a la
honestidad, conservad cuidadosamente vuestra gloria, y no permitáis
que la menor sombra de disolución empañe vuestra honra. Temed todos los
ataques, por pequeños que sean; nunca permitáis ninguna galantería en
torno vuestro; quienquiera que alabe vuestra belleza y vuestra gracia
os ha de ser sospechoso, porque el que alaba una mercancía que no puede
comprar, suele sentir graves tentaciones de robarla. Pero, si a tu
alabanza añade alguien el desprecio de tu marido, te ofende en gran
manera, pues claramente da a entender que, no sólo quiere perderte,
sino que te considera ya medio perdida, puesto que puede afirmarse que
ya está casi hecho el trato con el segundo comprador, cuando se está
disgustado del primero."