Y pensar que esto lo hice para escribir sobre vos, para poner en algún lado todas esas penas que me traía tu companía. Para encontrar algo más entre las letras, porque tal vez si las ordebana, mis pensamientos también. Pero bueno, nosotros terminamos y mis letras para vos también.
Claro que de escribir no dejé, creo que fue lo único que me dejaste. Y un día, alguien más me empezó a mirar cuando pasaba por la esquina. Otro esperó con paciencia. Y resulta que me invitó a tomar un café, y yo lo acepté. Ahora cada vez que vamos al café, pedimos lo mismo de siempre, y el mesero ya sabe cuántas quiero de azúcar.
¿Es necesario explicar, que ya no son para vos mis letras?