martes, 11 de marzo de 2014

Tú lo sabes, no tengo más que hoy.

Es la vida una sombra que pasa, un instate que corre veloz.
Para amarte mi Dios, en la vida, tú lo sabes, no tengo más que hoy.

Por este inquieto mar, conduceme Señor,
a la rivera eterna lleva mi barca.
Húndeme en tu paz, ponme en tu corazón,
dame Tu amor, mi Dios.
Llevame en tus brazos, sólamente por hoy,
sólamente por hoy.

Oh, Jesús, batiente mi alma!
Sé por hoy solo mi protección,
muéstrame Tu sonrisa, Tu rosotro,
nada más que por hoy, mi Señor.
Nada más que por hoy, nada más que por hoy.

Por este inquieto mar, conduceme Señor,
a la rivera eterna lleva mi barca.
Húndeme en tu paz, ponme en tu corazón,
dame Tu amor, mi Dios.
Llevame en tus brazos, sólamente por hoy,
sólamente por hoy.

No me importa Señor, la densa oscuridad,
para mañana no pediré "nunca jamás".
Acepto hoy la prueba y el sufrimiento,
tan solo por hoy, por Tu amor. 
Por tu amor, nada más que por hoy, nada más que por hoy.

Por este inquieto mar, conduceme Señor,
a la rivera eterna lleva mi barca.
Húndeme en tu paz, ponme en tu corazón,
dame Tu amor, mi Dios.
Llevame en tus brazos, sólamente por hoy,
sólamente por hoy.

lunes, 10 de marzo de 2014

La balanza se inclina (para el acebo).

-Perdóname Holly, perdona mis debilidades -dijo entonces-. Ya ves: después de todo, no soy más que una mujer... Pero medita, medita en ello... Hace un rato me hablabas del lugar de tormento inventado por esa religión tuya, el infierno, como lo llamaste; un lugar donde continúa viviendo la esencia vital, que retiene la memoria del individuo, y donde todos los yerros y faltas del vicio, las pasiones no satisfechas y los vanos terrores de la mente que alguna vez se tuvieron acuden en tropel a perseguir, burlar, mortificar y retorcer el alma por los siglos de los siglos, con la visión de su propia desesperanza. Pues así, asimismo, he vivido yo durante dos mil años, durante sesenta generaciones, según vuestras medidas del tiempo, atormentada por la memoria de un crimen, atormentada día y noche por un ansia no satisfecha, sin compañía, sin consuelo, sin muerte y solamente conducida en mi trisñistima jornada por los fuegos fatuos de la esperanza, que a veces chisporroteaban y se apagaban, y a veces reviviían, cuando mi saber me aseguraba que a la larga vendría mi liberador... Piensa, piensa bien en ello, Holly; porque jamás oirás nada como esto, jamás verás escena igual, no, aunque te concediera diez mil años de existencia, que te concederé si en premio me lo pides; piensa en que si al fin ha vuelto ese libertador, al que he estado aguardando con ansia durante tantas generaciones; que ha vuelto a buscarme a la hora señalada, como sabía yo que volvería, porque mi saber no podía equivocarse, aunque no supiera cómo ni cuándo volvería... ¿Ves cuán ignorante era, sin embargo? ¿Cuán reducida es mi ciencia, y cuán débil es mi fuerza?... Durante largas horas ha estado aquí enfermo, a las puertas de la muerte, y yo no lo sospechaba... ¡Yo que le esperaba hacía dos mil años, no lo sabía!... Y cuando al fin le contemplo, mi suerte apenas si ha pendido de un cabello, aun antes de concebirla bien, porque estaba casi hundido en las fauces de la muerte, de donde ningún esfuerzo mío podría arrancarle... Y si de nuevo llegase a morir, tendría que haberme sumido en el infierno del que tú hablas, de nuevo tendría que aguantar los inacabables siglos, y esperar el cumplimiento del tiempo en que habría de regresar mi amado...
Cuando tú le diste la medicina, y se estuvieron arrastrando esos inmensos cinco minutos en que yo no sabía si moririía o viviría, ¡Holly, Holly, yo te digo que las sesenta generaciones transcurridas antes no me parecieron tan largas como ese lapso!... Pero al fin pasó, sin que él diese señales de revivir, y yo sabía que si en ese intervalo la droga no poducía efecto, no lo produciría jamás..., ¡yo lo sabía! Entonces volvía a creer que había muerto, y todos los tormentos de todos los años se concentraron en la puntade una sola lanza emponzoñada que me atravesó veinte veces, porque otra vez perdía a Kalíkrates... Y entonces, cuando todo había concluido... ¡ay!, él suspiró, ¡sí!, revivió, y supe que viviría, porque nadie a quien la droga le hace efecto muere... Piensa en ello, Holly... ¡Piensa en lo tremendo de mi caso!... ¡Él dormirá durante doce horas, y al despertar estará curado! ...

Cesó entonces de hablar Ayesha, y puso la mano sobre la dorada cabeza de mi amigo. Se inclinó sobre él luego y le besó la frente con tan casto abandono y ternura, que hubiera sido adorable para mí de no sentirme extrañamente herido en el alma, pues... ¡sentía celos!